“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. Santiago 1:5
Vivimos en la Era de la Información. Los avances en las ciencias físicas, medicina, ciencias naturales, negocios y en la tecnología de la información, nos han dado enormes riquezas en información. Aun la velocidad de nuestro acceso a ella ha incrementado dramáticamente. Los eventos que ocurren en la otra mitad del mundo vienen a nosotros por la radio o la televisión en cuestión de segundos. Las computadoras nos permiten almacenar bibliotecas enteras en un CD del tamaño de un pequeño pastelito. El Internet nos permite tener acceso a información que nunca antes estaba disponible en los hogares, ni en la oficina y a velocidades que no eran concebidas ni cinco años atrás.
El resultado ha sido un crecimiento en la información sin precedentes disponible a nosotros. ¿Ha traído grandes cambios este incremento en la información? ¡Sí!. También ha traído un incremento en la ansiedad y frustración. No pasa un día sin que experimente confusión a pesar de toda la información disponible para mí. ¿Por qué esto?
Una pregunta que formularía acerca de la era de información es: ¿Ha habido un incremento igual en la sabiduría? ¿Habremos visto un igual incremento en nuestra habilidad para usar toda esta información? La respuesta a estas dos preguntas es: ¡No! La información y su acceso a ella no necesariamente nos hacen más sabios porque no es sólo el conocimiento lo que hace sabio a un hombre o a una mujer. La sabiduría es más que esto. La sabiduría es la visión de qué hacer, con toda esa información. Es la habilidad para sortear toda la información que se ha reunido y usarla con sabiduría y eficiencia.
Lo emocionante es que la verdadera sabiduría está disponible a todos nosotros. Dios libremente le da sabiduría a los que la buscan. ¿Has tomado la iniciativa para pedirle a Dios sabiduría? Hay un par de maneras en que podemos hacer esto diariamente. Nuestro tiempo a solas con Dios es importante. La palabra de Dios es una tremenda fuente de sabiduría. Al leer la palabra de Dios, estoy expuesto a recibir principios eternos para vivir hábilmente. La oración es otra fuente de sabiduría. Mientras comparto con Dios los retos que enfrento diariamente y pido sabiduría, Dios me guía.