“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.”
2 Corintios 1:3-4 (RV)
“Este ha sido un día horrible, podrido y muy malo”. Estas palabras del cuento popular infantil suenan muy familiares a nosotros. El personaje de este libro tiene un día memorable. Se levantó tarde para ir a la escuela, tuvo cita con el dentista y le tocó tomar sopa en el almuerzo, nada resultó bien. ¿Has tenido un día así recientemente? A veces estos problemas son el resultado de nuestras propias decisiones. En otras ocasiones nos parece que la vida es injusta y tenemos más que la carga normal de problemas. Nuestras vidas están llenas de problemas y llenas de retos. Estos retos y problemas nos pueden abrumar física, emocional y espiritualmente. ¿A dónde podemos ir en tiempos como estos?
Podemos ir a Dios. Una de las características de Dios es que Él está lleno de compasión y consuelo. En lugar de ser distante e insensible, Dios está presente en todos nuestros problemas y desafíos, ofreciéndonos su compasión y confianza. Su compasión cambiará tu vida. Uno de esos cambios será un nivel incrementado de compasión en ti para los demás. Dios te permitirá dar más de ti a los demás. Escucharás mejor a la gente. Tendrás un mayor sentido de empatía y amor por aquellos que se encuentran en problemas. Aquellos que dan mejor cuidado son los que han conocido el cuidado de Dios y desean ofrecer gratuitamente el consuelo y compasión a los demás.
Aplicación familiar: ¿Quién en tu vecindario se encuentra solo, atribulado o enfrentando algún reto abrumador en este momento? ¿Cómo podrías tomar la iniciativa y ayudarle?
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