“Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia prueba, y la prueba, esperanza”. Romanos 5:3-4
Al observar los pasados Juegos Olímpicos de Sydney, Australia, mi amigo Jim vino a mi mente. Él fue un decatleta en los Olímpicos del 88, desempeñándose bien pero sin ganar una medalla. En una ocasión le pregunté a Jim cómo había entrenado para los Olímpicos y estuve muy sorprendido por su respuesta. Me describió unos entrenamientos bien rigurosos temprano en la mañana que lo dejaban tan físicamente exhausto que apenas podía moverse. Habló acerca de entrenamientos casi eternos en la sala de pesas. Me contó cómo castigaba su cuerpo una y otra vez mientras continuamente usaba su resistencia, fortaleza y vigor personal. Sacudí mi cabeza, “suena como brutal ese entrenamiento”, le comenté. Me respondió con una sonrisa, “sin dolor no hay ganancia”.
Y lo mismo sucede con los cristianos mientras busquemos forjar el carácter de Cristo. El vivir una vida sin desafíos, llena de placeres y fácil no nos va a permitir desarrollar los músculos espirituales y morales. Con frecuencia, son las contrariedades y tribulaciones de la vida lo que causará que desarrollemos la perseverancia que últimamente nos guiará al carácter divino. Esquilo escribió, “Día tras día, hora tras hora/ el dolor gotea sobre el corazón /contra nuestra voluntad y a pesar de nosotros mismos /viene la sabiduría de la maravillosa gracia de Dios.
Cuánto más los cristianos deberían entender esta verdad en lo que respecta el crecimiento espiritual, “sin dolor no hay ganancia”. Jesús lo supo. Hebreos 5:8 dice, “aunque hijo, aprendió la obediencia por lo que sufrió...” y si esto se aplicó al Hijo de Dios, no debería entonces aplicarse a nosotros también?
Aquí hay una sugerencia para este día: identifica las luchas por las que estás pasando. Luego considera qué características del carácter podrían desarrollarse mientras superas estas dificultades con la ayuda de Dios. Luego, agrádesele a Dios por cuidarte tanto que permite que las circunstancias moldeen tu carácter para que seas más como Jesús. Recuerda: “Sin dolor no hay ganancia”.
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