“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas.” Mateo 11:28-29 (RV)
Amo la promesa en esos versículos de manera personal. Mi madre, Alicia Holladay, estaba en estado terminal de cáncer. Ella vivía como a dos horas de camino del pueblo donde yo vivía. Una vez a la semana, yo conducía a través del valle y sobre las curvas de la montaña para permanecer unas horas con ella. Aunque su espíritu tenaz no le permitía admitirlo, todos sabíamos que no iba a vivir por mucho tiempo. Ella era una creyente de Jesucristo y yo estuve lleno de una fuerte fe, de que ella iba directamente a disfrutar su eternidad de gozo en el cielo. Sin embargo, yo no estaba preparado para recibir las olas de emoción que me golpearían mientras la veía irse, la ola de su cuerpo debilitarse cada vez más, la ola de su mente confundirse. Me sentía afligido por la realidad de su enfermedad. ¡OH!, yo quería que ella estuviera con el Señor...pero no tan pronto, y mucho menos así. Todo dentro de mí quería HACER ALGO para detener esto. Así que me involucré en muchas actividades. Aun cuando no tuviera mucho que hacer con mi mamá, siempre estuve tratando de hacer algo para aliviar su dolor. (Por favor sepan que no estoy tratando de decir que esto no debe hacerse por alguien que amamos. Sin embargo, mis actividades no fueron más que gastos innecesarios de energía).
Una noche mientras conducía a casa después de verla, el cansancio de mi corazón desesperado me abrumó. Mientras tomaba una curva tras la otra, me asaltaba una y otra vez el pensamiento de que no tenía la suficiente fortaleza para enfrentar esto por mí mismo – y mucho menos para ayudar a mi mamá. En ese momento, las palabras de este versículo penetraron mi alma, ¡“te haré descansar!”. La experiencia de estas palabras al llegar a mi mente fue tan poderosa y tan personal que casi sentía a Jesús a mi lado en el auto. En el tiempo perfecto de Dios al cruzar la última curva vi las luces del valle esparcirse en frente de mí. El pensamiento me tocó, Dios quiere ampliar mi perspectiva, quiere ayudarme a ser consciente del hecho de que Él está obrando aun cuando yo no pueda hacerlo ni sepa hacerlo. Debí haber repetido esas palabras “te haré descansar” cientos de veces a mí mismo durante las siguientes semanas antes de su muerte. El dolor fue real, pero la promesa de Dios hizo que Su presencia y fortaleza fueran igual de reales. Su promesa me dio la perspectiva que necesité para enfrentar la presión de mi vida.
Así que, ¿dónde necesitas escuchar esas palabras de Dios hacia ti? Las palabras tiernas que te dan la fortaleza para enfrentar las olas y aun así permanecer en pie
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